Es hasta 1822 cuando se propone por primera vez el uso de un agente desinfectante (cal clorada), como lo refieren anotaciones basadas en la experiencia del farmaceuta francés Antoine Germain Labarraque, quien describió la utilidad de aplicar en las manos soluciones que contenían cloruros de cal o sodio para eliminar los olores que se desprenden de los cadáveres y que se fijan en las manos del personal encargado de realizar autopsias, atribuyéndoles cualidades antisépticas.