Semmelweis regresó a Hungría e implementó su estrategia en dos hospitales, lo que se tradujo en una reducción de las tasas de mortalidad, que eran mayores del 10%, a menos del 1%.
La cal clorada que propuso era uno de los desinfectantes más activos, ya que reducía los contenidos bacterianos en piel.
Como resultado de los estudios de Semmelweis y Holmes, la acción de lavarse las manos paulatinamente fue aceptada como una de las medidas más importantes para prevenir la transmisión de patógenos en establecimientos de salud.